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terça-feira, 3 de março de 2015

Algunas reflexiones sobre la disciplina (o la indisciplina) en la sala de clases.

Las observaciones que queremos compartir en este texto se basan mucho más en la praxis como docente de que en un abordaje teórico sobre este asunto.Lógicamente que esta  praxis siempre se dará siempre bajo la mirada de un profesor de filosofía y enseñanza religiosa.
Este tema  siempre está en pauta entre los educadores, tal vez por las características de nuestra formación universitaria. Durante ella no aprendemos realmente lo que significa ser profesores, trabajar  con los problemas del día a día., nuestra formación es eminentemente teórica.; somos preparados para ser técnicos en una determinada área del conocimiento(ni siquiera se sueña en preparar un profesional interdisciplinar)De esa forma, vamos aprendiendo a pasar por los obstáculos con la práctica y con suerte, contamos con  la ayuda de otros profesores con más experiencia que nos van mostrando cómo resolver algunos conflictos.
Sin duda, no nos podemos olvidar de que nuestro primer contacto con la disciplina en sala de clase se remite a nuestra propia experiencia como alumnos.
En mi caso, soy de un tiempo y de una educación donde desde muy pequeños hacíamos fila para esperar al profesor y entrar en la sala, nos colocábamos de pie cada vez que alguien entraba a la sala y sólo nos sentábamos cuando esta persona nos saludaba y nos permitía que lo hiciéramos.
Me recuerdo de algunas prácticas bastante interesantes,pero que eran propias de otros tiempos y de otras culturas: El comité de disciplina de la sala, el cuaderno de disciplina, las anotaciones en el libro de clase, etc.
Experiencia de la que no me recuerdo es, por ejemplo, que el profesor no consiguiese dar clases, o que un alumno lo desafiase, o de profesores dando clases sólo para ellos mientras los alumnos conversan o escuchan músicas.
Como un paréntesis necesario, me permito reconocer que estudié en el mejor colegio que podría haber estudiado y tuve los mejores profesores que podría haber tenido. Sin duda alguna, ellos son grandes responsables de que hoy sea un educador y quiera seguir siéndolo.
Mi mirada como estudiante, lógicamente,  era una, como profesor es otra. ¿Qué es lo que el profesor espera? Sin duda alguna que soñamos con alumnos extremamente interesados, que participan de nuestra clase, que se mantienen en silencio y con una actitud extremamente respetuosa. Queremos que durante nuestro discurso no vuele una mosca y que al final de la clase hayan palmas en reconocimiento a nuestro trabajo y dedicación.
La gran pregunta es: ¿Qué es lo que nosotros, como profesores,  hacemos para poder conquistar este sueño? Para esto me permito hacer algunas consideraciones que me parecen pertinentes:

v  ¿Es natural tener un grupo de niños o de adolecentes sentados durante horas en un lugar cerrado? ¿Es natural un grupo de estudiantes sentados uno atrás del otro mirando la espalda del compañero de adelante?. Si no es natural, significa que para que esto suceda debe haber una inversión de energía tremenda por parte del educador o del grupo y por lo tanto, desde el punto de vista de la termodinámica (aplicándola a los fenómenos sociales) tenemos un sistema con un alta inestabilidades.

v  Queremos que los alumnos se mantengan en silencio (estamos hablando de grupos que siempre están entre los veinte y los cuarenta  miembros) todos callados al mismo tiempo, sin considerar que son personas que hablan y se comunican todo el tiempo. ¿Qué les ofrezco a cambio de su silencio? ¿Cuándo alguien se mantiene en silencio? 
    Son  memorables reuniones de profesores, donde lo más difícil de conseguir era el silencio. Nunca me olvidaré de la profesora de artes (una artista genial) haciendo caricaturas durante toda la reunión.

v  Nuestro público ha desarrollado habilidades extraordinarias para poder realizar varias actividades al mismo tiempo. Son una generación que mientras está en el computador, es capaz de escuchar música, hablar al teléfono y comer. Todo al mismo tiempo

v  Esta generación tiene acceso a la información de fuentes mucho más variadas. El profesor ya no es el detentor único de la información.
    Compruebo esto todo el tiempo con mis hijos, los cuales saben de cosas que nunca ni siquiera pasaron por la cabeza del profesor. Ellos aprenden a través de la televisión, del tablet, de los juegos. Son un verdadera esponja que está absorbiendo información constantemente.

v  Estamos delante de otra forma de ser familia. Hoy los padres tienen cada vez menos tiempo y cada vez los niños van a más temprana edad a la escuela y pasan más tiempo en ella. Esto significa que cada vez más la formación de los chicos está siendo de responsabilidad de la escuela y no me refiero únicamente a la formación intelectual.

v  Estos mismos padres que  están cada vez menos presentes físicamente y afectivamente en la vida de los chicos (estoy hablando en líneas generales, lógicamente existen excepciones) muchas veces, como una manera de compensar las carencias afectivas y aliviar la culpa; se olvidan de enseñarle a los hijos lo que son los límites, la autoridad, de entender el significado de un NO. Aparece mucho más la figura de un padre que quiere ser amigo de sus hijos y se olvida de su verdadero papel.

Delante de este contexto, aparece un educador, algunas veces pretencioso, que debe cumplir cronométricamente con un contenido que tiene que imponerle a los estudiantes, los cuales en su gran mayoría no tiene el más mínimo interés en él ni saben para qué sirve.
Algunas veces este profesor no tuvo tiempo de preparar y planificar la clase; tal vez este educador tiene que trabajar en más de una escuela para poder tener una renta mínimamente digna.
A veces este profesor ya está hace años dando clases y ya dio tantas veces la misma materia que cree que no es necesario cambiar ni una coma; él ya sabe hasta las preguntas que el alumno va a hacer. Me recuerdo que cuando estaba en el colegio tuve un excelente profesor de historia que tenía un cuadernito que ya tenía las hojas amarillas y estaba manchado con tiza. Era el instrumento que usaba año tras años para copiar la materia en la pizarra.
Un profesor que quiera dar una clase usando sólo la pizarra y la voz para dar clases está condenado inexorablemente al fracaso. Aunque sea un gran orador, aunque sea encantador, más tarde o más temprano tendrá problemas con los alumnos del siglo XXI
La indisciplina en sala de clase; alumnos conversando, moviéndose, levantándose, etc.  debe ser vista como un proceso normal y al cual el docente debe saber enfrentar.
La gran pregunta es ¿Qué hará el profesor para poder revertir este proceso?
Lógicamente que esto no sólo está en la mano del doscente. Las políticas educacionales y el propio objetivo de la educación deben ser repensados. Tenemos la necesidad de pensar en un nuevo modelo de escuela.
Sin lugar a duda, este nuevo modelo de escuela exige un nuevo modelo de profesor.



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